"Robert me llevó (...) a las catacumbas de los capuchinos. Un monje barbudo (...) nos vendió las entradas (...) y nos envió bajo tierra a hacerles compañia a ocho mil cadáveres momificados. (..) apoyados contra las paredes y vestidos con sus mejores galas llenaban un pasadizo tras otro.
(...) incluso las ropas mejor conservadas estavan roidas por los ratonesy agujereados por los insectos. Tampoco los que las llevaban tenían su mejor aspecto: las cabezas colgavan con las órbitas huecas, enseñando los dientes en un rictus cómico. (...) Inauguradas a finales del siglo XVI para cobijar a los monjes muertos, las catacumbas se extendieron con el tiempo y se abrieron, previo pago, a los muertos en general. (...) Cuando las familias de los fallecidos dejaban de pagar la cuota anual, desahuciabana las momias y hacían hueco para otras de mas beneficio.
(...) La bella durmiente en su nicho infantil era sin duda un engaño, porque la dejaron entrar cuarenta años después del cierre de las catacumbas, y su perfecto estado de conservación se debía a la ciencia del siglo XX y no a las propiedades de la tierra y la atmósfera del lugar, como en todos los demas casos. Era la principal atracción de las catacumbas, un delirio de necropedófilo. Los monjes tenian fama de ladrones de niños cuando Leonardo Sciascia era pequeño, y se sabía que muchas vecesllevaban armas debajo el hábito. A los niños se les decia que se alejaran de ellos. Sciascia recordaba la visita de advertencia de un monje a un tendero. El tendero estaba en la trastienda guardando el dinero; cuando el monje llamó, su hijita estaba jugando junto al mostrador. El monje le acarició la cabeza, alabó la belleza de la niña y dijo a modo de aviso que parecía casi viva. en los años cincuenta un monasterio de capuchinos había dirigido extorsiones y asesinatos. Al final fueron todos a la cárcel. "
Medianoche en Sicilia
Peter Robb
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