Monday, April 27, 2009

Paradisos terrenals

Mis días en Potalovo se multiplicaron intemporalmente. (...) Todos los servicios estaban en ruinas. (..) Una red de postes, ladeados por el Permafrost, transportaba aún electricidad intermitente de un pequeño generador.
Más de la mitad de la población estaba sin trabajo y el resto (tanto los entsys como los rusos) parecían destrozados por los rigores de la pesca: sombríos, hambrientos, marcados con las huellas de las inclemencias del tiempo. (...)
El hospital no era un lugar seguro. En cuanto se iba el médico, aquellos descastados se colaban dentro y andaban rondando por el pasillo, a la caza de comida, vodka, cualquier cosa, sin hacer caso de los gritos de las enfermeras. Zalameros e insistentes, me prometían pieles a cambio de un adelanto de dinero. El Ivan prototípico de mi recuerdo parecía haberse multiplicado y haber degenerado en ellos. Estaba ya en todas partes, y desesperado. Les expulsaba implacablemente de las salas del hospital, les cerraba la puerta de mi cuarto en las narices, y siempre me sentía afectado por el remordimiento después, viendo por una ventana la retirada de sus hombros encorvados y sus espaldas resignadas. Yo, después de todo, no tenía problemas. Un día un vapor me sacaría de allí.
(..)
Nikolai me recordaba a esos médicos de provincias que pueblan las obras de Chéjov; sólo que en este caso no había ninguna burguesía, ninún jardín de los cerezos, ninguna esperanza voceable. Él estaba solo. Aquél era un periodo tranquilo, decía, pero una semana después llegarían las pensiones mensuales; entonces la gente empezaría a beber y se llenaría la clínica.

-Aquí la gente está perdiendo hasta su idioma. Creo que ésta va ser la última generación que lo hable. Les enseñan en ruso, sus padres saben ruso. Los niños van a las escuelas de Internat de Dudinka a los catorce años, si sus padres están fuera con los renos ( y aún hay algunos al otro lado del río) se van de aquí con siete años de edad.
-Creí que casi no quedaban renos ya.
-Así es. Hasta yo puedo acordarme de cuando había 11.000 en los rebaños de ambos lados del río. Ahora no hay más que unos 1.000 y como sólo se cruzan entre ellos se han hecho cada vez más pequeños. En invierno los furtivos cruzan el río en trineos para matarlos y los renos salvajes atraen a otros y se los llevan también. Todo ese modo de vida está desapareciendo.
-¿Sin nada que lo reemplace?
-Vodka-se echó a reír-.

En Siberia
Colin Thubron

1 comment:

Pons said...

ui que acollidor tot plegat!