El Nostromo de Conrad, sin embargo, una obra escrita en inglés por un polaco que se inspiraba en sus recuerdos de un continente al que veinticinco años atrás había echado un "breve vistazo", es el gran libro sobre Latinoamérica. Es grandioso por la economía alucinante y la precisión con la que describe las incongruencias e irrealidades a que da lugar la presencia de Europa en el nuevo mundo, y las crueldades destructoras que acarreó la persecución de los "intereses materiales".
Capta la mágica belleza del continente (apenas puedo contemplar la bahía de Guanabara cuando la luz juega sobre sus colinas y monolitos y el agua, respirar su aire dulce, sin pensar en el golfo Plácido de COnrad, aunque Costaguana, por mucho que en realidad no esté en ninguna parte, está en la costa del Pacífico, al pie de unos Andes cubiertos de nieve). Es posible que Conrad sólo alcanzara a entrever Sudamérica, pero sí pudo ber los ferrocarriles británicos y a los inmigrantes italianos de Brasil algunos han dicho que Nostromo es una gran novela sobre Italia, donde la aprecian tan poco como en Latinoamérica-, a los torturadores y a los sacerdotes radicales, a los devotos del progreso, el entorno devastado. Vio de qué modo los intereses británicos, con los que Brasil, al igual que todo el continente estaba tan endeudado, contraían una deuda cada vez mayor con los intereses noerteamericanos, que emanaban de los rascacielos del "mayor país de todo el universo de Dios", y con hombres como el fundamentalista cristiano que en Nostromo anuncia: "Dirigiremos toda la economía mundial tanto si al mundo le gusta como si no".
Cuando estuvo en Africa, Conrad sólo encontró a un europeo que le pareciese digno de respeto: el cónsul británico en Boma, población situada cerca de la desembocadura del Congo. Roger Casement..
Una muerte en Brasil
Peter Robb